jueves, 14 de noviembre de 2013

Indignación por diez a la ene

Por mi trabajo como educador, debo tener un vocabulario algo más amplio que el del ciudadano promedio; pero igual se queda uno sin palabras a la hora de opinar sobre todo el desgobierno y las bajezas que estamos presenciando en la Venezuela actual. En un sentido más bien literal, sucede que no sólo la moneda sino también el lenguaje, terminan devaluándose cuando se les maneja irresponsablemente, sin asidero alguno en la realidad. Por eso, en vez de acumular un montón de epítetos y adjetivos tratando de expresar todo el malestar que ronda por nuestras calles, casas y foros electrónicos, se me ha ocurrido desempolvar de entre mis recuerdos del bachillerato el uso de las potencias de diez, como forma de distinguir entre distintos órdenes de magnitud ―o de calamidad―.

Pena ajena por diez a la tres: El general estrangulador. En el caso de los periodistas del diario 2001[1], parece ya bastante absurdo que primero los convoquen a cubrir un evento, y que cuando están en eso los ataquen y detengan. Ninguna culpa tuvieron ellos de que lo que se suponía era una feria se convirtiera en una vulgar sampablera cuando llegó el pernil. Pero igualmente increíble es que haya sido un presunto general, en persona (y en cayapa), quien le haya aplicado una estranguladora al fotógrafo, para obligarlo a soltar su preciada cámara. Yo tenía entendido que  los generales se deben ocupar de los aspectos más elevados de la guerra,  como decidir la estrategia o subir la moral del ejército, no de patadas voladoras o llaves de lucha libre. De hecho, por eso es que en vez de metralletas o granadas suelen portar un “bastón de mando”, que ni siquiera como bastón sirve, pues es muy corto o puramente simbólico. Pero en la Venezuela actual, por lo visto, un chuzo o un simple pico e’botella de mando ―eso sí, coquetamente bañados en oro― simbolizarían mucho mejor la calaña de liderazgo que hoy se ejerce en nuestros cuarteles.   

Ilegitimidad por diez a las seis: ¡Que no quede nada en los anaqueles! Atónita tiene que haber quedado cualquier persona que haya visto al señor Maduro, primero mandar a vaciar comercios, y luego, cuando empezaron a obedecerle, hacer llamados a conservar la calma y respetar la ley... ¿En qué pensarán ese señor y sus seguidores cuando piensan en la palabra “ley”? Creo que una pista es la afición del chavismo por los decretos “con rango, valor y fuerza de ley”, pues me parece que si su mala conciencia no les recriminara que se trata de una nueva arbitrariedad o marramucia jurídica, no insistirían tanto en que el texto en cuestión tiene la pinta, el aroma y el tumbao de una ley de verdad. Lo que me extraña es que para prevenir demandas de nulidad, no escriban al final de cada decreto “trancao con llave y candao”, como hacen los niños, después de mentarle la madre a otro, para protegerse de las previsibles réplicas. De todos modos, no estaría de más que la Universidad Bolivariana creara algún Instituto de Altos Estudios de Sinónimos, Antónimos y Homónimos (y/o/u Homófobos, si van a nombrar a Pedro Carreño como Rector). Así el Ejecutivo Nacional tal vez no confundiría “precios justos” con “justos los que me da la gana”, y lograría distinguir mejor entre cosas como pajar y panal, estetoscopio y telescopio, peces y penes, deconstruir y destruir, y sobre todo entre legalidad y legitimidad.

Indignación por diez a la ene: El cierre del Ministerio de Educación. Ya desde el primer libro de pedagogía que me asignaron leer en la universidad, aclaraban a uno que educar es, por definición, un esfuerzo moral, o dicho de otro modo, que instrucción no es lo mismo que educación. En ambos casos hay enseñanza, aulas y pizarrones. Pero la instrucción se queda en el plano técnico o práctico, mientras que la educación propiamente dicha apunta a lo moral, a los valores universales o de mayor consenso social, a la plena autonomía y desarrollo del educando ―jamás a un fin tan bastardo como la permanencia en el poder de una camarilla o parcialidad política―. Por eso, cuando la Ministra Maryann Hanson gustosamente subordina su despacho a la secretaría de propaganda del PSUV, está clausurando, de facto o para efectos morales, al Ministerio de Educación, por más que las oficinas se mantengan abiertas y la burocracia continúe su ciego curso. Falsear la historia, abusar de la Constitución so pretexto de “ilustrarla”, reformar el currículo para fomentar el chavismo como si fuese un culto religioso[2]... todo ese adoctrinamiento no es más que otra clase de saqueo ―el saqueo de las conciencias infantiles― que seguramente no llamará tanto la atención como el hecho de que alguien rompa una vidriera o una santamaría, pero que si pusiéramos las cosas en su justa perspectiva, nos resultaría muchos miles de veces más grave y condenable.

En fin, esto es lo que hay. A esto se reduce el cacareado proyecto de país del chavismo. Censura, plasmas y fanatismo para hoy; tortura, hambre y más sangre para mañana.     



[1] San Miguel, Rocío (2013, 7 de noviembre). Militares contra periodistas. Noticiero Digital, disponible en http://www.noticierodigital.com/2013/11/militares-contra-periodistas/
[2] Ojeda, Juan José (2013, 6 de noviembre). Constitución Ilustrada pretende involucrar a niños en una suerte de religión chavista. Noticiero Digital, disponible en http://www.noticierodigital.com/2013/11/constitucion-ilustrada-pretende-involucrar-a-ninos-en-una-suerte-de-religion-chavista/

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